Continuamos con las exposiciones agresivas en estructuras de acero. Hoy comentaremos un poco las características básicas de los aceros mejorados frente a la corrosión. Hace unos días ya hablábamos de la corrosión en el acero en ambientes químicamente muy agresivos, aquí, y luego comentamos cómo deberían ser los detalles y la ejecución de los mismos en aras de la durabilidad, aquí.
Si las pinturas y soluciones fosfatantes no son una opción porque no van a poder tener mantenimiento, si aplicar políticas de sobreespesor en chapas no es posible, quizás debería elegirse un acero con características químicas mejoradas frente a la corrosión.
Cuando el acero está sujeto a procesos de corrosión, lo que está ocurriendo es una reacción química que oxida y reduce el material, desprendiéndose la capa oxidada de la superficie sana del acero y repitiéndose de forma que se reduce la sección.
Podemos elegir entre dos cosas, hacer que la capa oxidada no se desprenda y al mismo tiempo proteja el acero, o que en la medida de lo posible no se oxide.
La primera de las características mencionadas puede encontrarse en lo que la norma denomina aceros patinables (UNE EN 10025-5). Los patinables (W), o autopatinables (WP) pueden encontrarse en el mercado para los tipos S-235 ó S-355 para los grados J0, J2, K2, y el valor del carbono equivalente (CEV) deberá ser menor que 0,44 para S-235 y 0,52 para S-355.
La gracia de los aceros W y WP es que aparte de tener muy poco carbono en su aleación (menos del 0,25%), añaden Cobre, Níquel y Cromo, permitiendo que la capa de óxido que se genere en su superficie sea homogénea y se adhiera, creando una pátina protectora. Esta pátina no es permanente, pues se va “lavando” con el efecto de la lluvia, si bien es cierto que la pérdida de masa es muy inferior a la de los aceros no aleados convencionales. En la jerga de arquitectura habréis oído hablar de éste tipo de acero como ‘cor-ten’ si bien ese nombre es el nombre de una de las firmas que empezaron a suministrarlo.
La decisión de emplear este tipo de acero no es trivial puesto que conlleva algunas consecuencias inmediatas. La primera de ellas y puede que la más característica es que este acero siempre tiene aspecto oxidado, con esa pátina granulada y color caldero-cobre que caracteriza las superficies corroídas.
La segunda es la dificultad de obtención de perfiles laminados, que seguramente deberán ser armados en última instancia, puesto que la mayor parte del suministro de este tipo de acero es en chapas y macizos.
El tercer inconveniente acaba siendo decisivo, puesto que es el precio, solamente que el coste de suministro por kg acaba triplicando el del acero normal, y en precio repercutido por kg de acero ejecutado puede acabar siendo cuatro o cinco veces más que una estructura de acero no aleado convencional, debido al armado de perfiles o soldaduras en taller, etc.
Los fabricantes recomiendan que las soldaduras, en caso que las hubiere, y especialmente si deben armarse perfiles, se ejecuten en taller, de forma que los procesos de oxidado (para aceros patinables) puedan ejecutarse sobre las soldaduras ya terminadas. Las soldaduras pueden ejecutarse de forma normal por arco sumergido, en atmósfera inerte o por arco, como suele ser habitual en la construcción. Solamente habrá que tener en cuenta que los electrodos deben de ser de bajo contenido en hidrógeno y con una cantidad de níquel en la misma proporción que la aleación del acero patinable.
En próximas entradas veremos qué le pasa al acero inoxidable